La “guerra en pedacitos” que describía acertadamente el Papa Francisco se ha desbocado. La agresión masiva de Israel, la respuesta de Irán y ahora la decisión de Estados Unidos de atacar también a la República Islámica abren una peligrosa ruta hacia la Tercera Guerra Mundial.
El presidente Donald Trump dijo que se iba a tomar dos semanas para pensar si el Pentágono iba -o no- a colaborar con Israel y a utilizar las bombas anti-bunkers Massive Ordnance Penetrators contra Irán. Sin embargo, este sábado a la noche atacó por sorpresa. El objetivo fue destruir tres sitios nucleares, entre ellos el complejo nuclear Fordow, el más importante de Irán, que se encuentra enterrado en una montaña sagrada a 80 metros de profundidad. Estados Unidos es el único país que tiene el arma adecuada para conseguirlo.
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Lo hizo aún sabiendo los demenciales riesgos radioactivos que puede acarrear a la región y las derivaciones de todo tipo que provocará esa embestida. ¿Intervendrán China y Rusia o seguirán adoptando una “paciencia estratégica”? ¿Tendrá alguna chance los (por ahora débiles) esfuerzos para llevar a los países contendientes a una tregua?
Hasta ahora, sólo pueden manejarse algunas hipótesis. Pero hay tres cosas que están claras. Uno, todo el caos actual es causado por la desesperación del imperio para evitar su irreversible pérdida de supremacía. Dos, Estados Unidos sabe que la única forma de preservar ese privilegio es sometiendo a Rusia y a China: ellas son su verdadero objetivo. Tres, la única manera que conoce el imperio para enfrentar las amenazas es la violencia extrema –“la paz a través de la fuerza”-, aunque esto conlleve a la propia autodestrucción.
A este escenario se suma una pugna interna, extremadamente compleja, entre “intervencionistas y aislacionistas” en las bases de MAGA (Hacer EEUU grande otra vez), la rama trumpista del Partido Republicano. La mayoría no sionista rechaza la idea de atacar a Irán y le recuerdan públicamente a Trump que entre sus promesas de campaña estaba acabar con las guerras. Por el contrario, un grupo minoritario de MAGA, conformado por los halcones más recalcitrantes del neoconservadurismo republicano braman por la intervención armada.
Esa fractura (que sin dudas tiene peso en la decisión de Trump de involucrarse o no en el conflicto israelo-iraní) quedó expuesta en una picante discusión que se viralizó en las redes entre el senador republicado Ted Cruz (intervencionista) y el ex presentador de la Fox, Tucker Carlson, aislacionista y leal seguidor de Trump. El periodista acorraló a Ted Cruz al punto de que el senador admitió, fuera de lo que oficialmente se dice, que el Pentágono está, desde ya, involucrado en el actual conflicto.
Las provocaciones
Basta observar una fotografía actual de Eurasia para entender mejor el porqué de la conflagración entre Israel e Irán. Se trata de una secuencia más en un plan de largo plazo que tiene como fin conservar la hegemonía unipolar del imperio y, para ello, destruir cualquier alternativa multipolar, de gobernanza colegiada, de cambio de valores o de nuevo orden internacional. En una palabra, frenar los avances mundiales de Rusia y China que hasta este momento han sido tranquilos, progresivos y exitosos.
La primera puesta en marcha del plan fue el conflicto ruso-ucraniano. Algunas similitudes entre los últimos ataques a Rusia (el 1º de junio) y a Irán (13 de junio), con camiones llenos de drones portadores de misiles, en momentos en que ambos países se encontraban en negociaciones (los rusos en Estambul por la guerra en Ucrania y los iraníes en Omán con EEUU por el tema nuclear) demuestran no sólo que al imperio no le interesa negociar, sino que ambos conflictos son parte del mismo proceso.
El segundo paso se desarrolló con la expansión de Israel. La respuesta al ataque terrorista de Hamas y la toma de rehenes en octubre de 2023 le facilitó a Tel Aviv la limpieza étnica, el genocidio y la expulsión de los palestinos de su tierra. Un año después, octubre de 2024, las fuerzas israelíes avanzaron sobre el Líbano y de inmediato, al producirse la caída del gobierno de Bashar al Assad (diciembre de 2024) ocupó parte de Siria.
Una de las fases de este plan de guerra incluyó varias provocaciones a la República Islámica. En enero de 2020, por orden del presidente Donald Trump, asesinaron al general Soleimani, un altísimo militar de la Guardia Revolucionaria iraní. En 2024 hubo una seguidilla de embestidas de Israel a Irán que fueron respondidas con extrema mesura: 1) en abril el gobierno de Benjamín Netanyahu ordenó bombardear la embajada iraní en Damasco y murieron altos cargos. 2) En mayo, murió el presidente iraní Ebrahim Raisi: Teherán lo presentó como un “accidente” aunque supone que fue un atentado israelí. 3) En julio 2024, bombas israelíes mataron al líder de Hamas Haniyeh mientras estaba en Teherán.
Tanta furia pone en evidencia que, en este ajedrez planetario, Irán es una pieza central. Es el tercer productor de petróleo mundial y por su ubicación estratégica domina el paso de un tercio del comercio global. Si Israel es un enclave vital para el Occidente geopolítico, Irán se ha convertido, sobre todo en los últimos años, en un actor fundamental para las potencias euroasiáticas, especialmente para China. Obtener un permanente suministro de petróleo iraní, por ejemplo, es un tema prioritario de seguridad para Beijing.
La semana pasada, uno de los primeros objetivos del fuego israelí fue un megaproyecto de gran relevancia y revalorización extraordinaria para la región. Los misiles destruyeron la recientemente inaugurada ruta ferroviaria sino-iraní, que es parte de la Ruta de la Seda y que le permite a Beijing enviar productos por tierra a varios mercados, evitando zonas de influencia y sanciones de Washington. además de convertir a Irán en un nodo de distribución clave entre Rusia, la zona del Mar Caspio e India y habilitaría acceso terrestre a Irak, Turquía y la zona del Mediterráneo.
Otros hechos de los últimos años dan cuenta de la creciente importancia que tiene Irán para las potencias emergentes y de las alarmas que, como consecuencia, se han encendido en EEUU. En 2021, Teherán firmó un acuerdo estratégico por 25 años con Beijing. En 2023, por intermediación del presidente Xi Jinping, Irán reanudó relaciones diplomáticas con su rival histórico Arabia Saudita. En 2024 se incorporó a los BRICS +. En mayo de 2025, pocas semanas antes de la actual embestida israelí, firmó un acuerdo estratégico con Moscú por 20 años.
¿Cuántas bombas nucleares tiene Irán?
Desde la década de los 90, Israel viene azuzando conque Teherán está a punto de construir un arma atómica. No obstante, las múltiples inspecciones que se hicieron en las centrales atómicas iraníes a lo largo de los años lo desmienten, solo que esta información ha sido convenientemente poco difundida o manipulada por la prensa occidental.
El jueves 12 de junio, horas antes del ataque masivo de Israel a Irán, la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) sacó una resolución hecha a medida para justificar la agresión. “Teherán no cumple con sus obligaciones en materia de proliferación nuclear”, consignaba.
Pocos días después, el argentino Rafael Grossi, actual director de la OIEA, dio un giro y negó que Teherán tuviera capacidad para construir una bomba nuclear. Se acordó convenientemente tarde. El ataque de Israel y la respuesta de Irán ya estaban en marcha.
De la misma manera fue escamoteada la comunicación emitida por la directora de la Inteligencia Nacional de EEUU, Tulsi Gabbard (designada por Trump en febrero pasado) que decía: “La Comunidad de Inteligencia de EEUU continúa evaluando que Irán no se encuentra construyendo un arma nuclear y que el Supremo líder no autorizó un programa para la construcción de ese tipo de armas”.
El viernes, cuando un periodista le preguntó a Trump sobre los dichos de Gabbard, el presidente la criticó: “Ella está equivocada”. Cualquier parecido con el ataque e invasión del Pentágono a Irak en 2003, justificado por la supuesta posesión de “armas de destrucción masiva” por parte de Saddam Hussein, no es casualidad.
Un dato importante que sale poco en los medios de comunicación: Israel posee entre 90 y 200 ojivas nucleares no declaradas y nunca tuvo ninguna inspección de la OIEA.
Nadie sabe hasta dónde puede llegar la omnipotencia o el pánico del imperio si ve que pierde su hegemonía. Pero en estos momentos, el mundo se enfrenta al dilema esencial de vida o muerte. Es hora de abrir un juego más plural y rediseñar los organismos internacionales que, supuestamente, eran garantía de seguridad y paz.